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CONDENA

La luz de las velas.
Aquella que corta la oscuridad, una oscuridad mortal, matada por la futura salida del sol y las velas que iluminan nuestros rostros siniestramente. Estas que crean una pequeña, pero tenebrosa oscuridad en nuestros ojos como cerrando la puerta al alma y abriendo una a una zona oscura, donde gritos interrumpen el silencio y extraños pasos los acompañan.
Mis ojos, grandes puertas a esta oscuridad, no completamente ciegos, ni cegados; perciben la terrible oscuridad de mi compañero. Un solo movimiento, lento y aterrador, una gran sonrisa, de oreja a oreja, nunca mejor dicho.
Lo único que verás al entrar en mi nueva habitación, si llegas a encontrar la llave, es un cuerpo y unas huellas rojas y oscuras, delatadoras de la nueva gran culpa del que me condenó a contar esta nueva historia.