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SE BUSCA

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  Mi amiga estaba a punto de irse; nos estábamos despidiendo cuando, de repente, mi perro logró entreabrir la puerta y salir corriendo, mi pequeña hija apareció en aquel instante y salió corriendo detrás de él. La confusión reinó en mí y no pude reaccionar hasta escuchar la voz de mi fiel amiga llamando al perro.

 - ¡Pegaso! ¡Pegaso!

 - ¡Melany! ¡Melany! – grité.

  Cassandra me miró como a una loca, pero no dejó de gritar. Hasta que al fin vimos la figura de Pegaso viniendo hacia nosotras, solo él, sin Mel. Las lágrimas rodaron por mi mejilla y Cassandra se fue sin decir una sola palabra en un silencio incómodo.

  Pasaron los días, Mel siguió sin aparecer y mi marido, por más que lo llamé, tampoco.

  Durante veintinueve días, mi desesperación buscó explicaciones locas y descabellas como que posiblemente se habían fugado, cansados de mí. 

  Aunque no llegué a pensar que pudieran estar mal, siempre pensé que estaban felices sin mí.

  Divagaba por las habitaciones en busca de alguna pista. Hasta que Cassandra se presentó sin previo aviso.

 -Oh, Cas, me alegro de que hayas venido, Mel aun no ha aparecido y Mathew…

 -Sé que los querías, Ana, lo sé. Pero tienes que superarlo… Hace un mes que murieron y no puedes seguir así.

  Mientras los recuerdos de aquel día de invierno llegaron a mí, Cassandra me miraba derrochando una lenta y fría lágrima. Mi alma se destrozó y ahora solo ella divaga en busca de mis amados.

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